miércoles, 22 de diciembre de 2010

    El rostro pálido, el pelo alborotado, parpados y ojeras impregnados en rimel y raya de ojos corridos, la vista casi nublada al completo, dos lagrimas se deslizan atravesando mis mejillas ligeramente rosadas. Me las seco, una y otra vez. Finalmente, decido apagar la luz y echa un ovillo en el extremo derecho de mi cama dejo libres los pensamientos, allí hasta donde deseen llegar, llegaran, donde la memoria no alcance.
    De pronto, un chasquido y una luz, brillante, muy brillante, tan brillante que llegaba a ser cegadora. Penetrante, algo me atraía hacia ella, así que me acerque para poder observarla más de cerca. Un silbido, el sol, un árbol un limonero concretamente, y debajo, una rosa, roja, en toda su plenitud y belleza, quieta.
    Tres pasos y después, un mareo, algo estira de mi brazo, con fuerza pero la luz no me deja ver de que se trata, hasta que cierro los ojos animándome a pensar que me había vuelto loca, tras cuatro fuertes pinchazos en el estomago note como un fuerte estirón me adentraba dentro de la luz, después caí a la hierba húmeda por el rocío de una mañana de primavera, pero, ¿donde estaba?   
    Creía definitivamente que me había vuelto loca, ¿tal vez una fiesta la noche anterior con demasiado alcohol? ¿Setas alucinógenas? Lo raro es… que no lograba recordar que era lo que había echo la noche anterior, es que no lograba siquiera recordar que había sucedido hace 2 minutos, como había llegado hasta ese lugar, por que tenia las manos ensangrentadas, ni que era ese cuaderno que llevaba en la mano.
    Pronto encontré un pequeño lago en el que relucía el reflejo del sol y sobre el que danzaban las mariposas. Mire mi reflejo y me sorprendí al ver que vestía con un largo vestido blanco palabra de honor y mi pelo estaba recogido en un moño italiano con una flor blanca.

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